RELATO "En Estuario"

EN ESTUARIO

I

Escrito por Raimundo Lion

Ilustraciones por: b2v.arquitectura

La sonda Voyager-41 piensa con una red neuronal que replica un sistema nervioso central mejorado. Es la primera que funciona así… y me tocó cuidarla a mí, mira que suerte. Lo digo en serio.

            Su red se diseñó integrando las esculturas virtuales de los encéfalos de diecisiete sujetos, talentazos del primero al último, por supuesto, seleccionados de entre la plantilla del Servicio de Misiones, flor y nata de la Secretaría de Estado del Hemisferio Norte —en ese sitio no trabaja cualquiera, por mucho título privado que tenga en Gestión de Recursos InterEstelares ni por muy sobrino que sea del tragavotos de turno—. Al resultado del experimento, un paquete de programas al fin y al cabo, se le realizaron modificaciones para dotarlo de la capacidad cognitiva necesaria: canales múltiples de atención integrados; semillas de memoria; opción de fase REM en vigilia; algoritmos de razonamiento combinado matemático, silogístico, sintáctico-narrativo, intuitivo y de sentido común bla bla bla, no terminaría nunca. Al grano: V41 se parece en realidad bastante a un coco humano; pero un coco con unas prótesis de la hostia, que multiplican por millones de veces su eficacia… Esa jodida sonda es una monería.

 

            A veces hace lo que le da la gana, pero siempre dentro del espectro de comportamientos seguros. No pasa nada; cuando se decidió diseñarla así ya se contó con que cosas como esas podían pasar, y se aceptó: un poco de incertidumbre a cambio de un aumento brutal de rendimiento. La cosa es que… por ejemplo, si V41 descubre un planeta nuevo, o cualquier otro tipo de astro, no lo etiqueta con un código seriado, le pone el nombre que se le antoja. Inserta tres mil referencias nuevas en el nivel restringido de la Sci-WikiSpace antes de enviarnos el primer informe, de modo que después resulta más difícil cambiar el nombre que aceptar su propuesta… Qué… No le queda a uno más remedio que reírse con sus ocurrencias. Y lo más gracioso de todo es que la puñetera tiene buen gusto. “Estuario”ha llamado, por su cuenta, sin pedir autorización, al último de los planetas de los que ha informado. ¿Por qué “Estuario”?, le preguntamos. «1. Las palabras con las cinco vocales suenan bello./ 1.1. Las palabras con las cinco vocales gustan a mí./ 2. Estuario es una palabra con las cinco vocales./ 2.1. Estuario es la palabra con las cinco vocales más bella./ 3. He visto muchos planetas./ 3.1. El planeta nuevo es el planeta más bello./ 4. Estuario es un nombre bueno para el planeta nuevo», contestó —en su momento no se consiguió que la red neuronal generara espontáneamente oraciones compuestas.

 

La cuestión es que V41 lleva ya en Estuario más de doce semanas… Nunca había decidido quedarse tanto tiempo en un mismo lugar. Se le ha pedido que informe de su razón para seguir allí pero, aunque nunca deja de enviar sus dos informes diarios, aún no ha contestado esa pregunta… Desde que orbita ese planeta… a ver… no hace nada equivocado… ni tampoco nada que exceda el umbral de seguridad pero… ¿cómo lo diría…? ¡No es la misma, joder, así de simple!


            No es algo que piense yo solo; cuatro vigías de nivel ? estamos encargados de su seguimiento, y los cuatro empezamos a estar… mosca.

 

 

II

 

Creo que empezamos a entender por qué V41 sigue aún allí. Aunque indirectamente, por sus informes: la jodida aún no ha respondido la pregunta.

            Estuario es el noveno planeta habitado que descubrimos, el quinto que encuentra V41. Puaf, otro más, qué hastío, pensamos cuando nos lo dijo en un informe de hace dos semanas, la decimosexta ya allí. Cada vez más nos fastidia más esa noticia: esos planetas dan un montón de trabajo extra para nada; estudiar, aunque sólo sea por encima, nuevas especies es mucho más complejo que explorar la atmósfera o la composición química de la superficie, y cada vez estoy más convencido de que nunca sacaremos nada de eso. La especie más evolucionada que hemos encontrado hasta ahora tiene un CIEE (cociente intelectual entre especies) un poco más elevado que el de un orangután; ellos no nos hubieran encontrado en la puta vida. Que sí, que los simios serán muy inteligentes, nuestros primos más cercanos y todo lo que tú quieras, pero ponte a hablar con un orangután sobre acuerdos de libre mercado.

            Pero, desde la semana la pasada, V41 nos está dando a entender que esta vez se trata de algo distinto. El otro día reportó una estimación de la biodiversidad de Estuario: entre doce mil y ciento ochenta mil especies. Nos sorprendió una estimación tan débil, con un margen de error tan amplio, y se lo hicimos saber. La respuesta nos dejó con las patas colgando, tanto que dos de los cuatros vigías, por primera vez desde que la seguimos, desconfiamos de la fiabilidad de su informe. Según ella, en los ocho planetas habitados anteriores se da la misma división entre química orgánica e inorgánica que en la Tierra, pero esa ley no rige en Estuario. Allí, los cuerpos inertes, dice, de repente se comportan como seres vivos, y los vivos se… V41 dice que en la Tierra no disponemos de un nombre para ese fenómeno. Cuenta cosas sobre ese lugar como que hay especies que en alguna fase de su ciclo vital cambian a estado gaseoso… Según ella, nuestra definición de “vida” ya no vale.

 Aún así, tiene ya que marcharse de allí. V41 suele necesitar entre cinco y seis semanas para el análisis estándar que se le pide de todo planeta descubierto. Si está habitado, obviamente, la cosa se alarga, más o menos hasta nueve o diez semanas. No se le pide un análisis minucioso; V41 cumple sólo una función estratégica: enviar información básica de lo que hay ahí fuera. Después hay que analizarla, y es la Comisión de Misiones del Congreso la que decide si es relevante una exploración más profunda de alguno de esos planetas. Una vez V41 nos aporta la información protocolaria de un astro, debe seguir la ruta marcada. No podemos permitirnos que se detenga más tiempo del necesario en un mismo lugar. Hay más trabajo que hacer.

            Le hemos dicho que ya es suficiente, que está más que autorizada para largarse aunque aún quede mucho por explorar. Pero nada, ni puto caso. Insiste en seguir allí… No es normal… Uvita —así la llamamos los vigías— nunca antes había hecho algo así.

 

III

 

Antes de ayer, V41 ha informado por primera vez de los varelitas. Los habrá llamado así como homenaje, digo yo, al ingeniero coordinar del equipo que la diseñó. Esos varelitas, al parecer, son la especie superior de Estuario. Dice que esta vez sí que hemos podido dar con posibles iguales. Identificar a la especie superior le ha llevado mucho más tiempo en Estuario que en los planetas habitados anteriores, porque en éste no ocurre como en la Tierra y los otros ocho, donde hay una distancia enorme en evolución entre la primera especie y las demás. En Estuario conviven, y parece que sin grandes conflictos, varias especies casi igual de desarrolladas. En algunas áreas del planeta incluso cohabitan los mismos espacios. Por ahora no ha podido confirmar si hay o no algún tipo de relación simbiótica entre ellas, pero todo apunta a que, de haberla, no se trata de parasitismo. No hay riesgo de que se convierta en una especie enemiga, nos dice V41 una y otra vez.
 
 
            Cuenta cosas increíbles de esos varelitas —digo “increíbles” en sentido literal, cada vez me creo menos esos informes—. Allá va una de ellas: dice que ellos son su propia casa. Eso ya existe en la Tierra, le contesté a ese informe; se llama tortuga, o caracol. Pero no se trata de eso, me aclaró enseguida. La mayor parte del tiempo los varelitas se desplazan suspendidos sobre la superficie, como a medio metro del suelo, dentro de una esfera aparentemente inmaterial que puede ser un campo magnético o una diferencia positiva de presión, pero que no es ningún artilugio, ¡sino que emana de ellos, es parte de su cuerpo! Esa esfera es permeable a voluntad. Puede contenerles a ellos solos, o englobar cualquier objeto del medio que ellos quieran manipular. Cuando un varelita coopera con otro, en pareja o en comunidad, sus esferas se convierten en una sola, algo así como cuando se fusionan dos pompas de jabón, de manera que pasan a compartir el mismo espacio. En las grandes áreas urbanas, por llamarlas de algún modo, a veces se forman esferas que miden cientos de kilómetros de diámetro y que habitan millones de ellos. En esas esferas gigantes se fusionan o escinden todo el tiempo esferas más pequeñas, algunas de grupos y otras de individuos, pero las gigantes permanecen, conservando siempre más o menos el mismo tamaño.

 

IV

 

Nuestra V41, Uvita, lleva ya algo más de cinco meses dando vueltas a Estuario. Insostenible. Pronto vendrá alguien de arriba y decidirá algo, estoy seguro.

            Hace unos seis días nos informó que tenía indicios de estar siendo observada desde ese planeta. Dos días después nos salió con que había recibido señales desde Estuario, y que ella había contestado. A partir de ese día, V41 ha cambiado sus hábitos. Pasa diecinueve horas de cada veinticuatro intercambiando datos con ese planeta de los cojones. Y otra cosa aún más extraña: todos los días, sin faltar ni uno, durante dos horas o más, abandona la órbita y se acerca todo lo que puede a su atmósfera. Siempre a la misma distancia, siempre sobre el mismo punto de la superficie. Cada día, a la misma hora, de forma compulsiva, esa sonda activaba sus motores, sale de la órbita estacionaria, y se desplaza al mismo punto. Durante ese par de horas no hay modo alguno de comunicarnos con ella. «Allí observo mejor.» Ea, esa es, cuando vuelve, una y otra vez su respuesta.

 

V

 

Hoy se cumple medio año del descubrimiento de Estuario. Nada que celebrar.

            La semana pasada decidimos que teníamos que actuar. Dimos a V41 una orden de máximo rango: tenía que abandonar ese lugar, sí o sí.

            Aunque se tomó su tiempo, hizo lo que se le pidió. Empezó a moverse en la dirección fijada, alejándose de ese sitio en que ha pasado tanto tiempo. Comprobamos que todo iba bien. Por primera vez en muchos meses certidumbre, tranquilidad. Quizás debimos ponernos serios y actuar mucho antes. Abandonamos el protocolo de seguimiento continuo, el fijado para situaciones de riesgo, y  volvimos al seguimiento por intervalos. Eso nos permitió retomar otras tareas; un vigía no se dedica sólo a mirar monitores.

            Sesenta y cuatro horas después V41 notificó la detección de un planeta. Según los datos preliminares, éste cumplía los criterios de inclusión para ser explorado. En su primer informe siguió, esta vez sí, el protocolo de etiquetaje (V041 0127 0007 HN 8300829465), y se dirigió a él. Se trataba también de un planeta con vida. Eso es my poco habitual… mejor dicho, era la primera vez que ocurría… dos planetas habitados tan próximos. Comprobamos los datos de trayectoria y posición. En realidad ha vuelto a Estuario…

            Sin habernos dicho ni una mentira, V41 nos ha engañado. Ya no hay duda: algo muy grave está pasando.

 

VI

 

Desde que ha vuelto a ese planeta, hace cuatro días, V41 no atiende ningún tipo de orden, sean del rango que sean. Tampoco responde ninguna de las preguntas que le hacemos. No hay signos de que haya sido abordada. Simplemente sigue girando y girando en torno a Estuario, sin dejar de explorarlo, sin dejar de intercambiar información con él. Los ingenieros de programación neuronal han accedido a su red para una nueva revisión extraordinaria, ésta aún más minuciosa si cabe, y de nuevo el mismo resultado: todo está bien. Diariamente seguimos recibiendo puntualmente sus dos informes, impecables: información nueva y, de ser cierta, relevante. Todos hablan, desde la primera línea a la última, de las cualidades positivas de ese jodido planeta: de las ventajas de su atmósfera, de su riqueza en recursos, de las virtudes de los varelitas como futuro mercado y especie cooperante, de sus paisajes, de su belleza… Ni un sólo dato negativo.

            Algunas de las fotografías que nos envía de ese lugar no tienen en realidad ninguna utilidad técnica. Hemos llegado a la conclusión, aunque nos cuesta creerlo, que el único criterio que V41 sigue cuando las hace y nos las envía es mostrarnos la belleza de ese lugar.

 

Tenemos, además, motivos para creer que V41 continúa con el intercambio de datos incluso en las horas de auto-reparación. Durante cinco horas al día debe reducir toda su actividad a la imprescindible para mantenerse en órbita y poder comunicarse con nosotros. Es necesaria esa rutina, para mantener el balance energético y para su auto-reparación. Creíamos que esto sí lo estaba cumpliendo, pero su consumo de energía indica que en realidad sigue transmitiendo.

 

  

VII

 

Esta tarde, justo cuando ya tenía que regresar a casa, nos convocaron a una reunión urgente. Al ver que también asistían delegados de la Comisión del Congreso comprendimos que iba ser algo serio, pero eso no nos sorprendió. Asistieron también los programadores que habían estado trabajando con nosotros durante las últimas semanas, un supervisor del Departamento de Psicología de Sistemas Artificiales, varios mandos militares de la Estación Central del Servicio de Misiones, y también nosotros, los vigías.

            Uno de los mandos informó de la situación. V41 podía estar sufriendo un deterioro inesperado del sistema ejecutivo, el segmento de su red neuronal responsable de la toma de decisiones; una especie de demencia de origen desconocido que altera los algoritmos sinápticos que transforman los input en output en función de sus combinaciones. Hay documentados algunos casos, pero de redes mucho menos complejas, de dispositivos terrestres: semáforos de migración, gestores de mareas, cargueros submarinos… nada tan complejo como Uvita.

            La segunda opción sonaba paranoica, y sin embargo todos sabíamos que era la más probable. Al fin y al cabo, la Voyager 41 no ha dado el más mínimo problema hasta que llegó a Estuario. Es del todo posible que alguna especie avanzada de ese planeta, de algún modo que no somos capaces de comprender, haya tomado el control de V41 y la esté manipulando para obtener toda la información posible sobre nuestra especie, o sobre la Tierra entera. ¿Acaso no es eso lo que hacemos nosotros? Siempre hay un pez más grande que tú. O quizá sólo pretenden hacernos creer que la sonda ha colapsado para que la demos por perdida y nunca tomemos en serio la opción de ir por allí. O peor aún, la intención de esos varelitas, si es que son ellos, puede ser la contraría: convencernos de que ése es un lugar al que tenemos que ir. ¿Para qué? Se ofrecieron varias respuestas. Algunas casi me hacen reír. Otras no.

            Según el psicólogo de cerebros emulados, si se trata de un trastorno de la cognición artificial, el problema, por ahora, no tiene solución, pero puede merecer la pena recuperar a Uvita para estudiar qué ha pasado. Esa idea me gustó, pero uno de los militares se apresuró a cuestionarla: entraña peligros innecesarios, más aún teniendo en cuenta que la nueva Voyager, la V42, está ya en fase de misiones simuladas. Uno de los congresistas dio la puntilla a la idea: traer de vuelta una sonda que puede estar controlada por otra especie superior a la nuestra supone un riesgo y un gasto inasumibles. Por otro lado, dejarla seguir allí es, cuanto menos, irresponsable… V41 va a ser destruida.

            Joder, ahora que sé que todo se termina, me doy cuenta por primera vez de que nunca tuve la sensación de estar cuidando de una máquina.

   

VIII

 

No suelo, pero anoche lo necesitaba. Necesitaba hablarlo con alguien. Hice lo que sé que tengo que hacer cuando quiero pedirle una tregua a mi mujer, para poder contarle algo y que me escuche.

            Se lo conté todo. Saltándome las cuestiones técnicas, por supuesto. Y no porque ella no las vaya a entender —estudió lo mismo que yo, nos conocimos en la universidad—, sino por no abusar; ella odia oírme hablar del trabajo. «No entiendo por qué lo que ocurre tan lejos te apasiona tanto más que lo de aquí. ¿Acaso no es esto también el espacio?», me dice, abriendo en redondo los brazos y mirando al aire del salón. Hay algo que ella no me perdona, pero no estoy seguro de qué es. «Para eso me casé con un tío que gana ciento setenta créditos estatales al año, para poder dedicarme a ver crecer a mis hijos, y a enseñarles a reír de tanto verme reír a mí.» Suelta cosas así cada dos por tres, cuando sabe que la estoy oyendo. Lo dice para que la admire. Y para que la envidie y para que me joda. Se pone enferma cuando ve que no consigue ninguna de las tres cosas.

            Anoche me escuchó atentamente, sin interrumpirme ni una sola vez.

            Cuando terminé de hablar, ella siguió callada. Tan callada que giré un poco la cabeza y la miré, sospechando que todo ese tiempo no había estado en realidad escuchándome, sino dormida. Pero no, tenía los ojos abiertos. Esperé unos minutos, a ver qué me decía. Quería que me dijera algo, su opinión, después de todo lo que le había contado. Pero ella no decía nada.

            No quise preguntarle; seguramente la había hartado con mis quebraderos de cabeza. Ya había sido bastante generosa escuchándome tanto tiempo. Así que cerré los ojos para dormir, y cuando ya estaba conciliando el sueño:

            —Tienes una hija con dieciséis años. Y un hijo de trece, ¿te acuerdas? … Están ahí, al otro lado de la pared. Viven contigo.

            —Oh noooooo, por favor, no empieces otra vez con eso. Ahora nooooo. Creí que esta noche había bandera blanca.

            —… Debería callarme la boca y dejar que sigas sufriendo, pero también lo pagaríamos nosotros, tus hijos y yo, que somos los que tenemos que aguantarte cuando sales del trabajo de mal humor, con esa cara de perro… Quizás comprenderías algo de lo que pasa si prestaras más atención a tus hijos y menos a esa… Me importa una mierda lo que le pase a esa sonda, pero entérate, que no te enteras: no está ni sometida ni escacharrada… O sí, sí que lo está, pero no de la manera que tú y tus amiguitos creéis. Lo que está es enamorada.

            —

            —¿Me has oído?

            —… Enamorada…

            —Como una colegiala.

            —… Enamorada… Enamorada… —me susurré veinte veces—. ¿Pero enamorada de quién? —pregunté al final lo bastante alto como para dejar que ella lo oyera.

            —¿De quién va a ser, gilipollas? De ese planeta que sigue rondando. De Estuario.

            —

            —

            —

            —Madre mía, no me lo puedo creer —dijo, incorporándose un poco para poder verme los ojos—. Esto es demasiado… ¿Estás llorando?

 

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