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Trabajar en Angola. El reto de abrir camino (2ª parte)


Ante todo, y en justicia, quiero decir que lo que aquí describo sucedió del 2009 al 2011, y que Angola es un país en pleno desarrollo, pero no está de más que conozcáis mi experiencia.

Mi trabajo en Angola era restaurar una antigua planta de cultivo y tratamiento del café (Estación) de los tiempos coloniales portugueses. Este trabajo fue encargado por el INCA (Instituto Nacional do Café em Angola) a través de la empresa Española Globaltec Ingeniería y ellos a su vez subcontrataron los trabajos de ingeniería y obras a la empresa Ingeniería y Gestión del Sur en la que yo trabajaba.


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 Esta estación de café se encuentra en Uige, un pequeño pueblo a 350 Km al norte de Luanda. Las estaciones de café eran asentamientos de muchas hectáreas con viviendas, oficinas, laboratorios, zona de secado y tratamiento del café, calles, infraestructuras e incluso una pequeña presa de la que sacaban el agua, depósitos, etc. Una pequeña ciudad portuguesa.

En la primera parte de este artículo os he contado mi visión general sobre Angola, en este segundo quisiera describiros mi rutina diaria en las dos ciudades donde desarrollé mi actividad.

- Luanda, la capital, aquí asistía a las reuniones con los jefes del INCA.

- Uige, el pueblo donde trabajábamos en la obra.

En ambos sitios el sentido de la puntualidad es inexistente por lo que, si alguna vez tienes que trabajar en un país así, un portátil con mucha batería o un buen libro son las mejores herramientas para afrontar la espera. Estas ciudades carecen de un plan de movilidad y crecen compulsivamente con lo que el tráfico y los atascos (engarrafamentos) son inmensos. Pero no eres nadie si no tienes un coche y motorista (conductor).

Los hoteles son muy caros, a razón de 350 $/noche y persona, y el servicio depende del sitio. En Luanda, por las mañanas, tras el desayuno, si no te hospedabas en la zona de la Avda 4 de Fevereiro para poder ir andando a las reuniones, tenías que esperar al motorista con el coche y después aguantar largos e interminables atascos. Puedes andar por determinadas zonas de la ciudad pero siempre es bueno ser precavido.

El almuerzo es a la una y por las tardes tenías que intentar establecer alguna reunión pero de manera más informal. El angoleño es una persona a la que le encanta una buena conversación y demorarse en algún sitio interesante.

En cuanto al dinero, en la capital puedes ya pagar en casi todos los sitios con tarjeta, pero para el efectivo los cajeros tienen un límite y sólo puedes sacarlo cuatro veces al día. Puedes tener dólares o kwanzas, incluso pagar con euros. En Uige había un par de cajeros pero dependían de la señal de internet que no iba muy bien. Lo mejor era tener una cuenta en un banco local y recibir transferencias desde aquí. Pero ojo con equivocarse en algún dato ya que el dinero se podía demorar más de un mes en llegar.

La gente en Uige era mucho más tranquila que en la capital. En Luanda la gente tiene hambre de negocio y casi siempre te ven como una billetera con patas. Uige no deja de ser un pueblo en el campo y sus gentes son más cercanas.

Si no trabajaban, tenían la costumbre de coger la catana, el típico cuchillo largo de los exploradores de las películas, e irse al campo a  conseguir algo de comer. Es un territorio muy rico y de los más fértiles que haya visto jamás.

Nadie debería hacer lo que hice yo, conducir sólo varias veces por esa carretera, había controles de policía en cada pueblo y sólo llevábamos visado de turismo con lo que podíamos tener siempre algún problema. No hay cobertura en la carretera y las gasolineras muchas veces no disponían de gasolina. Además la manera que tienen los angoleños de señalizar un camión estropeado es poner una serie de ramas en la carretera. Método no muy ortodoxo que propiciaba más accidentes.

Lo mejor de ese viaje era atravesar la selva, grandes árboles verdes y la posibilidad de pararte en algún punto y no escuchar nada que no fuera naturaleza en kilómetros.

Existe en Uige un supermercado de la red nacional “Nosso Super”, que tiene muy buena calidad y que evita la especulación con la comida. Allí comprábamos la comida de nuestros operarios y la nuestra, y los sábados y domingos que los hacíamos trabajar, les comprábamos medio pollo asado del  mismo super.

Al llegar, en esta foto podéis ver los primeros sitios donde nos quedábamos, el baño era un agujero en el suelo y la ducha un barreño con agua, un cazo para echártelo y una palangana para no derramar mucha agua. Y sobre la limpieza mejor no hablar.

A diario teníamos unas señoras que en la misma obra nos hacían la comida.

Y todas las mañanas me encargaba de comprar gasoil para los generadores de la obra.

Finalmente cuando nos faltaba alguna pieza, sabíamos que con ir al mercado ilegal teníamos suficiente aunque los precios siempre fueron disparatados.

A quien le gusta el caos y la vida rápida y por impulsos es un mundo que seguramente le apasionaría, para mi fue la manera de darme cuenta dónde estaba mi casa y cuales eran mis prioridades: mi gente.

 

Salida de Luanda hacia Uige

Vista de la selva camino de Uige

Accidentes comunes en las carreteras

Parte de mi "cuadrilla"

 

Me lavo luego existo, no sale luego insisto

 

 

 

 

 

 

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